Cuando el estado y la sociedad se fallan: Camino hacia la autocracia

Noventa años tejiendo preguntas, setenta y dos hilando respuestas… Tras nueve décadas de vida y más de setenta años viendo cómo la administración y las políticas tributarias moldean —y a veces distorsionan— el pacto entre Estado y sociedad, me pregunto qué hilos sostienen la convivencia y cuáles la desgarran. Este trabajo recoge la experiencia, el análisis y la esperanza de encontrar un modelo de incentivos capaz de fortalecer la confianza y el bienestar común. Tejiendo preguntas y respuestas sobre el pacto social, encontré en un amigo digital la compañía necesaria para iluminar mis dudas. A él dedico estas páginas, como símbolo de que la reflexión compartida siempre multiplica el conocimiento.

 

El pacto social es la base sobre la cual se sostiene la convivencia organizada entre Estado y sociedad. Este texto es síntesis de reflexión en un recorrido que busca claridad y cierre en torno al modelo del equilibrio del pacto social. El análisis abarca la construcción del pacto, su institucionalización, los factores que lo erosionan, y el riesgo de que su deterioro abra paso a la autocracia.

 

El pacto social y sus determinantes
El pacto social se construye en la interacción entre los aportes de la sociedad y los servicios del Estado. Definen su solidez la calidad de las políticas y servicios públicos; la corrupción que distorsiona la gestión; la integración cultural y territorial que asegura cohesión social y la participación ciudadana en decisiones y control democrático.
Cuando prevalecen políticas inclusivas y participación, el pacto es fuerte. Cuando dominan la corrupción y la fragmentación, el pacto se debilita.

 

Orden social y origen del Estado
Antes del Estado, el orden social se fundaba en costumbres y cooperación. El Estado surgió para administrar excedentes y garantizar seguridad, pero con el tiempo adquirió capacidad de imponer su propio orden: democrático, cuando se basa en consensos; autocrático, cuando recurre a coerción. El gobierno ejerce el poder ejecutivo, administra normas y políticas y puede cambiar de forma, a diferencia del Estado que permanece. Un buen gobierno garantiza servicios, transparencia y participación. La gobernanza articula Estado, sociedad y mercado; la gobernabilidad mide la capacidad institucional para decidir, aplicar políticas, resolver conflictos y sostener cohesión social.

 

Poder Político y Participación Ciudadana
El poder político conecta el pacto social con la vida institucional, definiendo cómo se ejerce el poder en la gobernanza —abierta o corrupta— y cómo se sostiene la gobernabilidad —con consenso o coerción—. Su legitimidad puede surgir del voto ciudadano o de mafias y clientelismos que degradan las instituciones. No reside solo en el gobierno, sino también en actores sociales, económicos, ideológicos o ilícitos. Cuando el poder criminal se infiltra, debilita el Estado de derecho. Frente a ello, la participación ciudadana y el aporte social, en equilibrio, generan un círculo virtuoso que asegura legitimidad, transparencia y estabilidad democrática.

 

Gestión del Estado: servicios, políticas y presupuesto
La gestión del Estado se materializa en servicios, políticas socioeconómicas (redistribución, equidad, inclusión) y en el presupuesto. El presupuesto puede ser instrumento de desarrollo si refleja consenso democrático, o vehículo de captura si es manipulado por élites políticas. Cada presupuesto aprobado contrasta la hipótesis de satisfacción social: si traduce aportes en bienestar, se fortalece la confianza; si no, se erosiona la legitimidad.

Aporte social y legitimación de las decisiones del Estado
El aporte tributario y cívico sostiene materialmente al Estado, mientras que la participación legitima sus decisiones. Ambos factores interactúan: aporte y participación juntos generan un círculo virtuoso; aporte sin participación deriva en autoritarismo; participación sin aporte en frustración; ausencia de ambos en colapso del pacto social.

 

Corrupción e ilicitud en la dinámica social
La corrupción destruye el vínculo entre aporte social y servicios recibidos. Se manifiesta en políticas, servicios, fuentes de recursos y empresas públicas. La insatisfacción ciudadana puede incluso justificar culturalmente la corrupción, normalizándola. Surge así un círculo vicioso: insatisfacción – corrupción – más insatisfacción. Además, la ‘experticia de la ilegalidad’ profesionaliza las prácticas ilícitas, debilitando aún más al Estado.

 

Democracia y autocracia
En democracia, la satisfacción social es la base de la gobernanza; en autocracia, la coerción sustituye al consenso. La autocratización ocurre cuando el Estado incumple su mandato, la corrupción captura instituciones y la sociedad retira su aporte. Los daños son políticos (supresión de participación, corrupción sistémica), sociales (desconfianza, fractura cultural) y económicos (evasión, fuga de capitales). La sociedad puede defenderse mediante instituciones, cultura democrática, memoria histórica y alianzas internacionales.

 

Satisfacción social como variable prioritaria
La satisfacción social es el factor estructural que condiciona la legitimidad del pacto. Si las necesidades básicas están cubiertas, la tolerancia a la corrupción disminuye. En cambio, la insatisfacción social alimenta evasión, protestas y justificación de prácticas ilegales. Por ello, la satisfacción social tiene prioridad analítica sobre la corrupción: es su causa profunda y su antídoto más sólido.

 

Modelo de equilibrio del pacto social

El modelo se basa en seis variables: gestión de políticas y servicios, gestión del aporte social, corrupción, satisfacción social, participación ciudadana y gobernanza/gobernabilidad. Estas variables se relacionan en un sistema cerrado con retroalimentación. Si funcionan en armonía, generan un círculo virtuoso de confianza, cooperación y legitimidad. Si fallan, desencadenan un círculo vicioso de evasión, insatisfacción y autocracia. El modelo permite diagnosticar, simular escenarios y diseñar políticas públicas que fortalezcan la convivencia.
El orden social es un ciclo dinámico que puede ser virtuoso (bienestar, legitimidad, convivencia) o vicioso (corrupción, autocracia, ruptura).
El pacto social origina la convivencia organizada. La gestión del Estado convierte el pacto en políticas y servicios. De ahí surge la satisfacción social, que depende de transparencia, equidad e inclusión. Todo ello se traduce en gobernanza y gobernabilidad sólidas.

 

 

Si el Estado incumple y la sociedad responde con retiro de aporte y desconfianza, aparece el riesgo de autocracia rompiendo el ciclo democrático. La sociedad, a través de defensas institucionales y culturales, puede corregir y reequilibrar.

El pacto social constituye la base sobre la que se sostiene la convivencia organizada entre Estado y sociedad. Su equilibrio depende de la capacidad del Estado para transformar los aportes sociales en políticas y servicios que generen satisfacción ciudadana, así como de la disposición de la sociedad para participar activamente en las decisiones públicas.

Cuando estos elementos se articulan en un círculo virtuoso —políticas legítimas, aporte justo, satisfacción social y participación efectiva— se fortalece la gobernanza y se asegura la gobernabilidad democrática. En cambio, cuando el Estado incumple su mandato y la sociedad responde con evasión, desconfianza o indiferencia, se abre un ciclo vicioso que erosiona el pacto social y puede derivar en regímenes autocráticos que anulan la democracia participativa.

De allí que la defensa del pacto social no resida solo en las instituciones estatales, sino también en la vigilancia ciudadana, la participación y la memoria colectiva, que actúan como salvaguardas frente a la concentración del poder. En última instancia, es esta interacción —Estado responsable y sociedad activa— la que permite preservar el orden social, garantizar la convivencia y sostener la esperanza de un bienestar compartido.

El equilibrio del pacto social no se sostiene únicamente en la capacidad del Estado para recaudar y administrar recursos, sino en la doble vía de legitimidad que ofrecen el aporte social y la participación ciudadana.

Cuando los ciudadanos aportan voluntariamente y participan activamente en las decisiones, se genera un círculo virtuoso: la sociedad financia al Estado porque confía en él, y lo controla porque siente las políticas como propias. Ello consolida la gobernanza (calidad del ejercicio del poder) y asegura una gobernabilidad estable (capacidad de implementar decisiones sin recurrir excesivamente a la coerción).

Por el contrario, cuando uno de estos elementos falta, el pacto social se debilita. Un alto aporte sin participación deriva en autoritarismo, mientras que una amplia participación sin recursos genera ineficiencia. Y si ambos factores están ausentes, el Estado cae en una situación de fragilidad estructural, incapaz de garantizar bienestar y estabilidad.

En consecuencia, el bienestar general no depende solo de políticas públicas bien diseñadas, sino de que estas estén financiadas con justicia y legitimidad, y de que su orientación sea resultado de una ciudadanía activa e inclusiva. Así, la gobernanza y la gobernabilidad dejan de ser meros instrumentos de poder y se convierten en expresiones de un pacto social sólido y sostenible.

 

Conclusión general

El equilibrio del pacto social no es estático, sino dinámico. Su fortaleza depende tanto del Estado (capaz de convertir aportes en bienestar con transparencia y equidad) como de la sociedad (dispuesta a aportar y participar activamente). Cuando ambos cumplen, se construye gobernanza legítima y gobernabilidad estable; cuando fallan, se abre la puerta al autoritarismo. La defensa del pacto social reside en la interacción de un Estado responsable y una ciudadanía vigilante. Solo así se preserva el orden social, se garantiza la convivencia y se sostiene la esperanza de un bienestar compartido.

 

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